Yo me crie en La Republica Dominicana, donde la cocina es totalmente diferente a la de aquí. Allá todo era al aire libre, como dice Joseph Pla en el libro. Me recuerdo que mi familia y yo íbamos al campo, especialmente los domingos, para celebrar cumpleaños o para pasar un buen tiempo con la familia. Ahí los hombres jugaban domino mientras las mujeres se iban a cocinar normalmente un chivo. Me recuerdo de una vez en particular en el cumpleaños de mi abuela. Fuimos al campo de ella, en esos tiempos, y todos mis primos se fueron a jugar, los hombres jugando dominó y las mujeres cocinando.
Ya que yo era muy curiosa, me fui andar detrás de la casa donde precisamente mi papá estaba matando al chivo. Me recuerdo ver los intestinos del chivo colgando en una mata, ya que lo tenían que limpiar, y también del grito del chivo antes de matarlo. Mi mama después lo corto en pedazos, lo lavo y después lo sazonó. Mientras mi mamá preparaba el chivo, mis tías buscaron la olla grande, la cuchara de madera y prepararon el carbón para encender el fuego. Al final del día, la familia se juntó al frente de la casa y compartimos un día bonito. Pero desafortunadamente no pude comer el chivo, porque solo pensaba en los intestinos colgando. Desde ese día nunca he tenido apetito por un chivo.